A veces el pasado se empeña en volver para ponernos de nuevo contra las cuerdas, y la vida de Iris, tal como la conoce, pende de un hilo, uno muy fino que en cualquier momento puede romperse.
Cuando el pasado llama a su puerta haciendo tambalear los cimientos de su presente, esa fuerza que la caracteriza no la abandonará, por más que las dudas y los miedos se empeñen en mostrarle un futuro incierto.
Sabe que no está sola, su familia la acompaña aún en ese viaje que es la vida, y es por ellos por quienes Iris se aferrará a esas fuerzas que una vez tuvo que sacar y que sacaría una y otra vez si fuera necesario.
James sigue ahí, a su lado, demostrándole que no puede haber nada en el mundo que le haga alejarse de ella, haciendo que esos muros que una vez levantó comiencen a caer casi sin que se dé cuenta.
Y aquel juego prohibido que ambos decidieron jugar les hace dejarse llevar por el deseo y la pasión una y otra vez, puesto que a veces les resulta muy difícil resistirse a la tentación, y por más que luchen contra ese deseo de hacer lo prohibido, acaban cayendo en ella.